Si el hecho de que un fenómeno meteorológico acabe con toda la ilusión, fuerza, coraje, valentía y sentimientos nos hace ser lo que somos, humanos. Que las primeras gotas caigan sobre los adoquines sedientos de agua celestial, nos llena de sobremanera el vaso de nuestro propio seso que se convertirá en desesperación, abrazos de reconfortabilidad, lágrimas, tristezas, enfados y nerviosismo.
Dedicado a todos los cofrades que por las inclemencias meteorológicas no pueden difundir y trasmitir la religión católica por las calles de su tierra.
Un abrazo